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La advertencia de Albright


Has sido avisado. Y no hace falta más que entrar en una librería cualquiera para toparse con el aviso. Fascismo: una advertencia deja claro desde el título que una amenaza se acerca y cualquier momento podría ser el último para reaccionar.



La mano que ha encendido la alarma es Madeleine Albright. De niña, su nombre era Madlenka Korbel y creció en una familia judía que se había convertido al catolicismo para evitar la represión. Sólo con decir que nació en Checoslovaquia en 1937, sabremos que había llegado al mundo en una situación maldita. Sus padres se vieron obligados a huir del Holocausto, en el que murieron muchos de sus familiares. Cuando pasó la Segunda Guerra Mundial, volvieron a una Checoslovaquia democrática, solo para volver a escapar del terror de otro dictador, Stalin.


Fue en Estados Unidos donde Madlenka encontró una vida estable. Su interés por la política y el ascenso de los tiranos al poder continuaban en ella tras su juventud, y se dedicó a estudiar diplomacia y relaciones internacionales. Cambió su nombre a Madeleine, y se casó con el periodista Albright. Madeleine Albright logró convertirse en una política demócrata, embajadora de EEUU en la ONU, y Secretaria de Estado con el gobierno de Bill Clinton.
Aunque haya abandonado esos cargos, Albright intenta seguir influenciado la política. Y su último libro esta consiguiendo generar debate. El mensaje central es claro: El mundo se dirige hacia ideas cada vez mas autoritarias y proteccionistas, lo que podría causar una vuelta del fascismo. Si parece que Madeleine está exagerando, ella misma ha respondido que “hay algunos que me llaman alarmista. Esa es la intención. (...) Esto es una alarma muy deliberada". 
 
Albright ha conocido a gran cantidad de líderes durante su carrera, ya fueran presidentes, dictadores o rebeldes. En el libro, utiliza su experiencia para repasar la actualidad internacional. Es aquí donde podemos observar la principal señal del fascismo: el ascenso de la ultraderecha, algo que se está observando por todo el mundo. Algunos de los muchos ejemplos son Bolsonaro en Brasil, János Áder en Hungría, la Liga Norte en Italia, Lepen en Francia… 

Seguidor de Bolsonaro, favorito ultra-derechista para la presidencia de Brasil

También es en los movimientos separacionistas como el Brexit o el Procés donde la autora ve motivo de preocupación.

¿Hay alguna explicación que explique esta deriva, este cambio en la forma de pensar de ciudadanos por todo el mundo? Madeleine Albright ofrece una teoría. Según ella, la globalización ha sido muy beneficiosa, pero "la desventaja es que no tiene cara. Entonces las personas se sientes perdidas dentro de ella. Y entonces las personas se agrupan más y más por identidad, ya sea religiosa o lingüística. (...) Pero el problema es, que si mi identidad odia a tu identidad, se crean todo tipo de conflictos". Lo que describe Albright es una época de una soledad y vacío helados, que nos empujan a buscar el calor de grupos liderados por aquellos lo suficientemente ambiciosos como para radicalizarse. Y así recuperar una identidad en la que sentirnos refugiados de la intemperie.
 
No obstante, para Albright hay una solución: la desaparición de barreras entre los políticos que les permitan enfrentarse a “un enemigo común”, el enemigo de la democracia. También dice que es muy importante que EEUU ayude a otros países, pues cuando EEUU no interviene, pasan cosas malas.
El mensaje ha calado entre los demócratas, pero ha llegado debilitado a los republicanos por las menciones a Donald Trump, muy presente en el libro. Albright ha repetido muchas veces que no está llamando a Trump fascista, pero que muchas de sus prácticas recuerdan al fascismo (ella considera al fascismo un sistema para hacerse con el poder más que una ideología). Algunas de esas prácticas dar falsas soluciones simples a problemas complejos, no respetar a las instituciones y identificar un chivo expiatorio como raíz de todos los problemas (en este caso, inmigrantes sin papeles). 

Madeleine transmite en sus entrevistas una imagen muy común, la de demócrata aún perplejo ante la victoria de Trump, que no ha sabido encontrar una explicación satisfactoria y que se encuentra paralizado ante el panorama estadounidense. En su entrevista con The Guardian, dejó escapar un “pero Hillary ganó el voto popular”, como una muestra de su incredulidad hacia la victoria republicana. 
 
Otro rasgo llamativo de la autora es lo mucho que su pensamiento se encuentra arraigado en sus propias experiencias. Por supuesto, esto nos ocurre a todos, pero es especialmente evidente en este caso. Una diplomática liberal y internacionalista que ha seguido unos ideales políticos toda su vida está predestinada a ver con malos ojos a todas las corrientes que se opongan a estos. Es decir, que quizás estemos hablando de ideales que no son válidos para el momento presente, en el que es necesario un cambio de mentalidad que no todos los políticos pasados pueden realizar. 
 
Si la visión de Albright es digna de atención es por su larga carrera diplomática en la que ha aprendido como se alzan los líderes autoritarios. Es esto lo que hace valiosa su palabra, no el hecho de que sufriera de niña la represión de dictadores: sufrir algo no te hace experto en nada. Este argumento es repetido por muchas críticas en medios como The New Yorker, lo que hace sospechar de la objetividad en el juicio del libro, que parece no ser muy meticuloso a la hora del análisis, y que desde el primer momento ya tenía la intención de apoyar ciegamente a Albright.

Sin duda alguna, el centrarse en su infancia antes que en su carrera política es sospechoso. Porque existe una fuerte ironía entre la crítica de Albright a los líderes que imponen su fuerza y sus acciones como Secretaria de Estado y portavoz en la ONU. Por ejemplo, Madeleine Albright fue una de las principales defensoras de los planes de atacar militarmente a Irak, llegando a decir que "¿Cuál es el motivo de que guardes a este excelente ejército, Colin, si no podemos usarlo?". Esta frase era dirigida a Colin Powell, general estadounidense, y que conocemos a través de un libro que ella misma escribió (Madame Secretary, 2001). En el bloqueo de alimentos contra Irak murieron alrededor de medio millón de niños, pero según Albright fue un "precio que valía la pena pagar". No examinaremos ahora sus razones, pero estos hechos tan importantes han sido completamente ignorados con la promoción del libro.


Si hay algo que haya podido concluir (personalmente) de este asunto, es que hay políticos provenientes de una época dorada para la globalización preocupados por el futuro, que nos advierten de tiempos oscuros y piden nuestra acción; cada vez más personas que eligen líderes que prometen defender sus territorios frente a amenazas exteriores (a veces reales, a veces no); y una población que tiende a radicalizarse por falta de identidad. Saber esto debería ser útil para el momento en el que inevitablemente estaremos obligados a tomar decisiones.

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